Nunca me había detenido a pensar en cómo iba a morir, aunque me habían sobrado lo motivos en lo últimos meses, pero no hubiera imaginado algo parecido a esta situación incluso de haberlo intentado. Con la respiración contenida, contemplé fijamente los ojos ocuros del cazador al otro lado de la gran habitación. Éste me devolvió la mirada complacido. Seguramente, morir en lugar de otra persona, alguien a quien se ama, era una buena forma de acabar. Incluso noble. Cuando la vida te ofrece un sueño que supera con creces de tus expectativas, no es razonable lamentarse de su conclusión. El cazador sonrió de forma amistosa cuando avanzó con aire despreocupado para matarme.


sábado, 16 de octubre de 2010

Aquel niño de sonrisa pícara y zapatos puntiagudos.

¿Quién no ha deseado alguna vez que un niño vestido de verde llamase a su ventana? Que te tienda la mano con una sonrisa despreocupada y traviesa, que te enseñe a volar y que te lleve al país de Nunca Jamás, donde el tiempo no existe y los problemas se evaporan. Poder ser un niño para siempre y no preocuparte por nada más que los niños perdidos y un divertido capitán pirata que tiene fobia a un cocodrilo que hace tic tac. Pintarse la cara y bailar en círculos, correr al lado de Peter Pan, reír a carcajadas por todo y por nada, hasta que el cansancio te obligue a pararte y a sumergirte en un sueño tranquilo y lleno de nubes y sonrisas. La felicidad simple, pura e inocente. La felicidad que te haga volar sin necesidad de polvo de hada.

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